
Ciudad de Buenos Aires
Estudios Phonalex,
Dragones 2250
Escaleras arriba, ingresando a través de una galería en la intersección de Santa Fé y Billinghurst, se llegaba a los Estudios Phonal. Los Laboratorios Alex, célebres en el mundo del revelado cinematográfico, estaban en Dragones al 2250. En algún punto de 1972 decidieron fusionarse, trasladaron todo hasta el Bajo Belgrano y, en un abrir y cerrar de ojos, se transformaron en una de las grandes trincheras creativas del rock argentino. La Pesada se instaló como grupo residente y grabaron buena parte de su obra bandas como Pescado Rabioso, Color Humano, Sui Géneris y Aquelarre. Inspirado en ese secreto punto de la geografía porteña, León Gieco incluso bautizó una de sus canciones como “Los chacareros de Dragones”.
Lo que sonaba
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Itinerarios
Spinetta en los 70s: Arribeños / Luna Park / Phonalex / Parque Centenario
Una crónica del año 1970 en Primera Plana relata: “la madrugada del sábado 26 de septiembre, en esa casi Abbey Road de Moreno al 900, el sereno de los estudios TNT trajinó un centenar de veces hasta el portón de hierro. Evaporados de los aguantaderos habituales, Spinetta, Molinari, Del Guercio y García, esa noche grabaron durante diez horas los primeros temas del último LP que realizarán en conjunto para la RCA”. Los Estudios TNT, como si fueran una casa de antropólogos del futuro, vieron gestar el que sería el álbum doble de Almendra. A lo largo de los siguientes años, Luis Alberto Spinetta recordó que aquella noche los pasillos y las escaleras del estudio se llenaron de seguidores de la banda sospechando la peor noticia. El último capítulo de su banda favorita. El tiempo les traería revancha. Las obras de un ángel gris.
La teca se acordó con Norberto Orliac. Artaud, el disco tangente de Pescado Rabioso y el mejor del rock argentino, se grabaría en los estudios Phonalex. Lo que cambió fue el modo: Luis Alberto Spinetta lo registraría de noche. Un gesto que no sólo disminuía gastos sino que mejoraba el clima calmo de la obra inspirada en el poeta surrealista. Phonalex reunía, además, el instrumental técnico adecuado para generar el sonido que Pescado Rabioso había patentado entre esas paredes acustizadas. Más allá del personal (los pocos músicos, los técnicos), Pomo Lorenzo era el único testigo privilegiado. Una noche, cuando abandonaban el estudio con la primavera acechando, volvieron tan solos por Santa Fe que pasaron varios semáforos en rojo, voltearon un faro de luz y nadie se dio cuenta. La historia entre Pomo Lorenzo y Spinetta tendría un nuevo capítulo casi al instante. Antes tuvieron que arreglar la óptica del auto.
Si vas a la casa de Pomo en La Paternal vas a ver un cuadro de Invisible en la primera habitación que funciona como living. El batero lo va a señalar y te va a decir que fue la mejor banda de Spinetta. Por supuesto: Pomo integró ese trío, luego cuarteto. Y aunque el tiempo avanzó muy rápido para la vida artística de Spinetta, aún con Invisible los ensayos seguían siendo en la casa de Arribeños. En ese período de 1973-1976, las paredes detrás de la puerta con número 2853 se volvieron cósmicas y algo progresivas. En esa misma casa, también ensayaron Almendra y Pescado Rabioso. En la pieza de arriba, Spinetta se enamoró de Patricia Salazar y juntos se metieron en la mente de Antonin Artaud. Árbol, hoja, salto, luz, aproximación.
A nueve años de su separación, Almendra eligió Obras para volver y, además, registrar el único disco en vivo de su historia. Reventaba el calor de aquel diciembre de 1979 cuando Luis Alberto se acercó al micrófono y marcó el inicio con la bajada de siempre: “Un, dos, tres, va… Ana no duerme”. Esa fue, también, la canción (grabada originalmente en Almendra -1969-) que quedó como inicio en el disco oficial. Después llegaría la grabación de El valle interior (1980) pero esa es otra historia. Ese Obras para el regreso de Almendra también tuvo imagen. Unas pensadas para una película que nunca llegó a buen puerto. Y otras para recibirlo nuevamente con Spinetta Jade antes que la democracia vuelva a salir por el horizonte.
Por Facundo Arroyo
Estudios de Grabación : TNT / ION / Phonalex / Panda
“Caminamos una calle sin hablar, Avenida Rivadavia” (Avenida Rivadavia) de Manal hasta “Parada Carlos Gardel, es la estación del Abasto” (Mañana en el Abasto) de Sumo. Dos pasajes dos del rock argentino que hacen del caminante casi el protagonista de la canción. El flaneur y la ciudad. Por eso: ¡Taxi! Moreno al nuevesetenta por favor.
Allí estaban los estudios TNT, casi en el corazón del microcentro porteño, en dirección al Bajo. Tomó su nombre de una referencia técnica propia de la materia (Transfer Nova Técnica; en español, nueva técnica de transferencias) aunque también tendía un puente con un fugaz grupo que tuvo el fundador del estudio –Edelwaiss “Tim” Croatto- junto con sus hermanos. Con una tecnología de avanzada para la época -por ejemplo, la primera grabadora de cuatro canales de Argentina- allí se registraron La Biblia de Vox Dei, el debut de Manal, el doble de Almendra, Treinta minutos de vida de Moris. O sea: la materia prima de los vinilos donde quedaron registrados estos discos seguramente es caucho fundido de ruedas de un 1114.
A apenas unas pocas cuadras de allí, casi en dirección recta alejándose del río el barrio es otro. Es Balvanera el que aloja a los estudios ION: Yrigoyen al 2500. Fundado por el músico húngaro Tiberio Kertesz y su esposa Inés de Kertesz hacia 1956, su foja de servicios alista la flor y nata de la música popular argentina. Ahí grabaron, por ejemplo, Troilo, Piazzolla y Pugliese; Mercedes y Yupanqui también. Pero la cosa va más allá, se distorsiona un poco y baila: porque ahí no solo grabaron La Máquina de Hacer Pájaros y Serú Girán, sino que Eduardo Mateo tocó, divagó y registró su primer disco solista Mateo solo bien se lame (1972). “Bó Píriz, cualquier cosa, entendés, dejala ir nomás”. Vale un ejercicio, el de despejar la x para el otro lado: Abbey Road es el ION de Inglaterra.
Intersección Santa Fe y Billinghurst, casi al filo entre Recoleta y Palermo. Apenas a una cuadra del histórico departamento de Charly García (¿acaso alguien tiene alguna duda de quién manda en esa cuadra?). En esa esquina, escaleras arriba, funcionaron los estudios Phonal hasta la fusión con los laboratorios Alex, dando lugar a los históricos Phonalex: Dragones 2250, corazón de Bajo Belgrano. De allí a la casa aquella de Arribeños al 2800 apenas si hay unas pocas cuadras. Y la mesa de entradas de Phonalex, bueno, tiene algunos hitos. Porque, por ejemplo, allí se grabó el que se considera, por muchos, uno de los discos más importantes de la historia de la música argentina: Artaud, 1973. La Pesada, las esquirlas del big bang de Almendra –Color Humano, Aquelarre, Pescado Rabioso- grabaron allí. Si existe un zeitgeist musical del rock argentino de los setenta, pues bien: lleva ese nombre. ¡Ah, mira el fuego!
“Nunca hubiera conocido Floresta si no venía a Panda” dijo Charly, en su primera vez a esos estudios. Pero fue y, por ejemplo, el quía grabó buena parte de su primer disco solista: Yendo de la cama al living (1982). Ahí, llegando casi al filo de la General Paz, sobre Segurola 1289, dicen que si se afina el oído se escucha un runrún que persiste. Acaso sea el sonido del despelote nocturno –y, por consiguiente, el del poniente del sol- de aquella bohemia de la primavera democrática. En Panda, de algún modo, se cocinó y registró la banda de sonido de aquellos días. Pero ese es otro capítulo.
De algún modo, en estos lugares, se cifra gran parte de la historia de la música argentina de los primeros años de la segunda mitad del siglo XX. Aquí, allí, en casi todas estas partes se tambalearon estos ritmos trascendentales. Un memorial citadino y musical.
Por Nacho Babino