
Ciudad de Buenos Aires
Pelo,
Chacabuco 380
Daniel Osvaldo Ripoll decidió armar Pelo con el mismo equipo con el que había trabajado en la revista Pinap. Se fue al sótano de la mueblería de su padre, ubicada en Independencia y Entre Ríos, y pasó noches sin dormir para terminar de darle forma a la revista cuya fecha de nacimiento es el 4 febrero de 1970. Ripoll fue el único redactor de ese número y como tal eligió el nombre basado en una razón por la cual perseguían a la juventud: el pelo. El logo fue una creación de Juan Bernardo Arruabarrena, que también venía de Pinap. Su surgimiento incluyó la celebración del lanzamiento de discos de tres bandas centrales de lo que se llamaría rock nacional: Manal, Los Gatos y Almendra. Luego, la redacción pasaría por diferentes direcciones, pero la más emblemática fue la ubicada en Chacabuco 380.
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Itinerarios
Redacciones: Pelo / Expreso Imaginario / Humor / Cerdos & Peces
Del festival Pinap de septiembre de 1969, Daniel Osvaldo Ripoll salió embriagado de lo que comenzaría a ser el rock nacional y convencido de que ese era el tema que le interesaba trabajar. Sin embargo, cuando regresó a la redacción de la revista, su directora, Nora Bigongiari, ya tenía otros planes: Pinap no seguiría saliendo. Ripoll siguió fijo en su idea. Se llevó el staff (contadora, diseñador y la lista de lectores con sus direcciones), se encerró en el sótano de la mueblería de su padre ubicada en Independencia y Entre Ríos y pensó en que no descansaría hasta terminar con su nueva creación. De ese subsuelo nacería Pelo, el 4 de febrero de 1970.
Con el logo diseñado por Juan Bernardo Arruabarrena, Pelo se convirtió en una de las revistas musicales más importantes del país, con un nombre elegido como bandera en esos tiempos de represión, detención y hostigamiento policial. Ese mismo 1970 fue el año en el que Manal y Almendra lanzaron sus primeros discos y Los Gatos presentaron Rock de la mujer perdida. Para celebrar tamaña sintonía de ebullición creativa, el clan Pelo organizó el festival B.A Rock en el velódromo de Palermo. Con los años, el evento se transformó en uno de esos a los que casi toda aquella generación rockera aseguraba haber asistido. El festejo se repetiría en el 71 y 72 y, tras una larga pausa, el festival volvería a realizarse en 1982.
En 1976 comenzó la dictadura militar y, si bien los hippies no eran su objetivo principal, sí lo era la libertad. Exactamente en aquel año nació Expreso Imaginario, otro medio gráfico dedicado a la contracultura. De la mano de Jorge Pistocchi y Pipo Lernoud, creció este espacio anhelado por un grupo social que necesitaba estar en diálogo con otros y otras. Por esa razón, su correo de lectores tuvo un rol fundamental en ese mundo desconectado por la violencia imperante.
Cuando Ripoll quiso emular un rincón similar para sus lectores, los invitó a que enviaran sus sueños y recibió un llamado policíaco. “No queremos que los jóvenes sueñen”, se escuchó del otro lado. Y la sección dejó de existir. Finalmente, ya en 1978, el creador de Pelo fue detenido durante dos meses porque en la misma redacción se hacía la edición argentina de MAD. Sus temáticas resultaban “ofensivas” para la Iglesia, que pidió el auxilio de las FFAA para que aleccionara a esos insolentes. Tras dos meses de prisión, Ripoll decidió exiliarse del país.
1978 también es el año en el que nace Humor -también es el año del Mundial, claro-. Con acidez y sarcasmo mezclaba datos de la realidad social con las páginas de rock escritas por Gloria Guerrero. Así, cuando la sangre derramada, los desaparecidos y la guerra ya eran parte del catálogo de una Argentina podrida y supurante, también se preparaba el desembarco de Cerdos y Peces. En manos de Enrique Symns, primero como suplemento de El Porteño y después como revista, se gestó el lenguaje periodístico cultural de los ochenta, que colaría temas postergados como la comunidad gay, las drogas, el sexo.
Poco antes del retorno de la democracia, tuvo lugar la última edición del B.A. Rock. Después de seis años de dictadura, el llamado fue como una bengala en el océano. Cuatro jornadas de rock al aire libre. Diez mil personas. Cuarenta bandas. “Los diarios decían que B.A. Rock, de Woodstock, no tenía nada”, escribía Gloria Guerrero, desde la redacción de Humor. “Pero bueno, nosotros no queríamos un Woodstock. Queríamos ver cuántos éramos ahora”.
Por Rosario Bernasconi