Ciudad de Buenos Aires

Estudios Panda,
Av. Segurola 1289

Sobre un viejo depósito familiar de la Avenida Segurola al 1289, Miguel Krochik comenzó a construir las bases de una de las grandes trincheras de Buenos Aires. Inaugurado en las postrimerías de la dictadura, Panda capitalizó el gran envión democrático del rock argentino con una primera saga de discos históricos: desde Yendo de la cama al living (Charly García) hasta Vasos y Besos (Los Abuelos de la Nada), pasando por After Chabón (Sumo), El ritmo mundial (Los Fabulosos Cadillacs), La dicha en movimiento (Los Twist) y el legendario Oktubre (Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota). “Nunca hubiera conocido Floresta si no venía a Panda”, dijo Charly, la primera vez que tocó el timbre.

Lo que sonaba

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Itinerarios

Estudios de Grabación : TNT / ION / Phonalex / Panda

“Caminamos una calle sin hablar, Avenida Rivadavia” (Avenida Rivadavia) de Manal hasta “Parada Carlos Gardel, es la estación del Abasto” (Mañana en el Abasto) de Sumo. Dos pasajes dos del rock argentino que hacen del caminante casi el protagonista de la canción. El flaneur y la ciudad. Por eso: ¡Taxi! Moreno al nuevesetenta por favor.

 

Allí estaban los estudios TNT, casi en el corazón del microcentro porteño, en dirección al Bajo. Tomó su nombre de una referencia técnica propia de la materia (Transfer Nova Técnica; en español, nueva técnica de transferencias) aunque también tendía un puente con un fugaz grupo que tuvo el fundador del estudio –Edelwaiss “Tim” Croatto- junto con sus hermanos. Con una tecnología de avanzada para la época -por ejemplo, la primera grabadora de cuatro canales de Argentina- allí se registraron La Biblia de Vox Dei, el debut de Manal, el doble de Almendra, Treinta minutos de vida de Moris. O sea: la materia prima de los vinilos donde quedaron registrados estos discos seguramente es caucho fundido de ruedas de un 1114.

 

A apenas unas pocas cuadras de allí, casi en dirección recta alejándose del río el barrio es otro. Es Balvanera el que aloja a los estudios ION: Yrigoyen al 2500. Fundado por el músico húngaro Tiberio Kertesz y su esposa Inés de Kertesz hacia 1956, su foja de servicios alista la flor y nata de la música popular argentina. Ahí grabaron, por ejemplo, Troilo, Piazzolla y Pugliese; Mercedes y Yupanqui también. Pero la cosa va más allá, se distorsiona un poco y baila: porque ahí no solo grabaron La Máquina de Hacer Pájaros y Serú Girán, sino que Eduardo Mateo tocó, divagó y registró su primer disco solista Mateo solo bien se lame (1972). “Bó Píriz, cualquier cosa, entendés, dejala ir nomás”. Vale un ejercicio, el de despejar la x para el otro lado: Abbey Road es el ION de Inglaterra.

 

Intersección Santa Fe y Billinghurst, casi al filo entre Recoleta y Palermo. Apenas a una cuadra del histórico departamento de Charly García (¿acaso alguien tiene alguna duda de quién manda en esa cuadra?). En esa esquina, escaleras arriba, funcionaron los estudios Phonal hasta la fusión con los laboratorios Alex, dando lugar a los históricos Phonalex: Dragones 2250, corazón de Bajo Belgrano. De allí a la casa aquella de Arribeños al 2800 apenas si hay unas pocas cuadras. Y la mesa de entradas de Phonalex, bueno, tiene algunos hitos. Porque, por ejemplo, allí se grabó el que se considera, por muchos, uno de los discos más importantes de la historia de la música argentina: Artaud, 1973. La Pesada, las esquirlas del big bang de Almendra –Color Humano, Aquelarre, Pescado Rabioso- grabaron allí. Si existe un zeitgeist musical del rock argentino de los setenta, pues bien: lleva ese nombre. ¡Ah, mira el fuego!

 

“Nunca hubiera conocido Floresta si no venía a Panda” dijo Charly, en su primera vez a esos estudios. Pero fue y, por ejemplo, el quía grabó buena parte de su primer disco solista: Yendo de la cama al living (1982). Ahí, llegando casi al filo de la General Paz, sobre Segurola 1289, dicen que si se afina el oído se escucha un runrún que persiste. Acaso sea el sonido del despelote nocturno –y, por consiguiente, el del poniente del sol- de aquella bohemia de la primavera democrática. En Panda, de algún modo, se cocinó y registró la banda de sonido de aquellos días. Pero ese es otro capítulo.

 

De algún modo, en estos lugares, se cifra gran parte de la historia de la música argentina de los primeros años de la segunda mitad del siglo XX. Aquí, allí, en casi todas estas partes se tambalearon estos ritmos trascendentales. Un memorial citadino y musical.

Por Nacho Babino

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